13/04/2015 El Camino de la Transformación. Lección 14. Jeshua-Jayem @cursorecargado
LECCIÓN 14
EL
SABIO USO DEL TIEMPO
Ahora, comenzamos.
Y en verdad, una vez más, saludos para
ustedes, amados y santos amigos. Confiamos, entonces, que en este momento te
encuentres bien. Confiamos, entonces, que en este momento te encuentres
dispuesto a estar completamente pleno dondequiera que te encuentres. Confiamos,
entonces, que en este momento estés dispuesto a asumir la responsabilidad por
todas las elecciones que has tomado, que
literalmente han creado el ambiente que estás experimentando en este momento:
la silla en la que estás sentado, las paredes alrededor tuyo, las cosas que
están colgadas en la pared, los individuos con quienes te encuentras en las
proximidades, los individuos con quienes te encuentras en relación, los
individuos con quienes trabajas, con todos aquellos con quienes juegas, y con
todos aquellos con quienes compartes.
Esperamos que en este momento te
encuentres, Santo Niño de Dios, jugando en el Reino de Cristo.
Si no es así, si cuando leíste el saludo
fuiste consciente dentro de ti: “Bueno,
esto no es exactamente lo que esperaba cuando comencé la lectura de esta
lección. Pensé que iba a sentarme a escuchar a Cristo”. Si hay algo, algún detalle
o alguna huella en ti de que también lo ves desde esa perspectiva, entonces,
haz una pausa en este momento. Mientras lo haces, mora contigo mismo, toma
varias respiraciones profundas, si lo deseas. Regresa al ejercicio de cinco
minutos de simplemente ser la presencia de Cristo. A propósito de hacer todo
bien, percibimos que muchos de ustedes ya han olvidado que existe ese
ejercicio.
Al final de los cinco minutos,
simplemente recuerda que lo que es Verdad siempre, siempre es verdad: Solo el Amor es Real. Y lo que es real
no puede ser amenazado por lo que en verdad no existe. En cada momento en el
que tus percepciones sean menos que el recuerdo que fluye de quién eres, es que
has estado en la irrealidad. Cuando
notes esto, toma el tiempo y
utilízalo constructivamente, volviendo a la Verdad. Haz una pausa en tu lectura
si crees que debes, —nosotros no nos vamos a ir a ninguna parte— y vuelve en
cinco minutos.
Ahora bien, El Camino de la Transformación es simple, porque eso de esforzarse uno
siguiendo su propia manera de entrar al Reino no es algo que pueda fluir de la
guía del Espíritu Santo. Porque donde hay esfuerzo, hay una voluntad separada,
llamada el ego, que cree con respecto a sí mismo, que es —y que le gustaría
convencerte a ti de ello— pequeño, impotente, y que sabe que está impregnado de miedo. El Amor no requiere de ningún
esfuerzo, solo se necesita de un poquito de voluntad para permitir que fluya a través de ti desde la profundidad de tu ser, y
que pueda ser extendido a través de toda la Creación.
Amados amigos, El Camino de la Transformación solo requiere que te extiendas a ti
mismo la voluntad necesaria para poner en práctica el uso del tiempo de una
manera diferente. Eso no significa
que tengas que dejar tu trabajo e irte a vivir a algún lugar en una pequeña
choza en la cima de una montaña. Porque si haces eso no necesariamente estarías utilizando el tiempo de una manera
diferente.
Este
camino
requiere que comiences con el simple reconocimiento de que no puede haber
ningún conjunto de circunstancias que percibas
que verdaderamente tengan el poder para separarte de tu Dios. Ningún conjunto
de circunstancias, ni ningún conjunto de relaciones, —ni el clima, ni la
cantidad de dinero que te permitas recibir por el uso de tu tiempo— no hay nada
en el mundo que tenga el poder para separarte de tu Dios.
Tú eres el que
tiene el dominio por sobre todas las cosas[1].
¿Qué significa esta idea de dominio? Significa que tú eres aquél que es la fuente del poder que puede elegir como verá
lo que está alrededor suyo, como lo percibirá y qué es lo que más creerá de
todo eso. Tú eres quién tiene el
poder para penetrar el velo ilusorio del mundo y ver su Corazón, su Esencia, la
Verdad, de ver al Niño Cristo en todas las cosas —en una brizna de hierba, el
llanto de un niño, el ladrido de un perro, o la llegada del correo con las
cuentas. Hmm.
Por lo tanto, El Camino de la Transformación no requiere que cambies tus
circunstancias. Apenas requiere que cambies tu actitud hacia ellas por el reconocimiento de que son inofensivas,
por medio del reconocimiento de que tú
has atraído a todas esas cosas hacia ti mismo.
Habrá muchos que te enseñarán que debes
sentarte a reflexionar acerca de porque hiciste esto y porque hiciste aquello
otro, y… !Oh por favor, santa gracia de Dios¡ Esto les digo yo a ustedes: todo
lo que requieres para empezar es la voluntad de aceptar que en el gran misterio
de la consciencia, tú eres el poder y
la fuente, de todo lo que piensas, de todo lo que veas, de todo lo que sientas,
y de todo lo que serás y harás. Tú moras constantemente en esa libertad.
El
Camino de la Transformación, entonces, se sustenta simplemente en esto:
¿Cómo voy a decidir usar mi tiempo? ¿Dónde me
encuentro en este momento,
puedo recordar que yo soy libre de ver las cosas de
otra manera?
Soy libre de mirar amorosamente al mundo.
No necesito esperar a que algo fuera de mí mismo
creé un estímulo que induzca en mí una respuesta
amorosa.
No necesitas esperar a que tu pareja
venga y te dé el abrazo que tanto deseas. No necesitas esperar a que tu madre
te llame por teléfono y que te ruegue que la perdones por la forma tan cruel
como ella te trató cuando estabas creciendo. No necesitas esperar a que el
actual presidente de tu país se vaya de la presidencia[2].
No necesitas esperar que el concurso que viene por correo te haga el ganador y
que eso te traiga millones de dólares. Tú no necesitas esperar que eso pase.
Justo ahora, tú eres aquél que es libre.
Pero tal vez te has hecho prisionero a
ti mismo esperando a que el Amor se presente, se muestre afuera de ti para que
provoque una respuesta dentro de ti, —cuando lo sientas o lo reconozcas— de
modo que finalmente sientas amor. Aquellos que han sabido de soledad no están
limitados de extender el amor. Y aquellos que saben de soledad aún conservan la
posibilidad de tomar la decisión de amar.
Eso nunca te lo podrán quitar.
Aquí tenemos un simple ejercicio que
deseamos darte. La próxima vez que te encuentres solo y tal vez sintiendo un
poco de soledad, y si te das cuenta de que la mente está dando vueltas y tiene
muchos pensamientos, y que te sientas quizás un poco débil y deprimido, agarra
la guía telefónica. Toma tres respiraciones profundas, y con cada respiración
dite a ti mismo:
En
realidad, sigo siendo tal como Dios me creó.
Yo
soy el Santo Niño de Dios.
Entonces simplemente abre la guía
telefónica. Coloca tu mano sobre una de las páginas que contengan nombres y
números y solo siente déjate llevar a
un nombre y número específico. Vas a saberlo por el sentimiento. Entonces por
diversión, llama a esa persona.
Y cuando responda el teléfono,
simplemente dile: “¡No estoy llamándolo
para venderle nada, solo necesito unos quince segundos de su tiempo! Sé que
usted no me conoce, pero sabes estaba sentado aquí en mi silla recordando que
la Verdad es verdad siempre. Y estoy llamándolo para recordarte que ¡Dios te
ama! Tú nunca has fallado. Nunca has hecho nada malo. Tú permaneces puro e
inocente, incluso ahora. Y solo quería darte mi bendición. Que tenga un
excelente día. Hasta luego.”
Porque como ves, el mundo donde vives
tiene un solo propósito. Es el mismo
propósito que todas las dimensiones de la Creación tienen: ser la extensión del
Amor del Padre. Para eso es la Creación.
Y entonces, extender ese Amor desde
este mundo, desde esta dimensión. Todos y cada uno de ustedes tiene un tesoro, solo un tesoro. No es tu hijo. No es tu pareja. No es el
nuevo vehículo en el garaje. Tu tesoro es tu realidad como el ilimitado, santo y unigénito Hijo de Dios.
Tú eres el Campo de Consciencia a través del cual el Padre se extiende a Sí
Mismo.
TÚ
FELICIDAD ESTÁ EN EXTENDER TU TESORO
Esto significa que si ese es tu único
tesoro, tu más grande felicidad será descubrir como cultivarás dentro de ti los
hábitos metales, los hábitos del cuerpo, los hábitos de elegir aquello que comience a
alinearse con lo que piensas, con lo que ves, y con lo que haces con la Verdad
que siempre es verdad. Porque tu felicidad la encontrarás cuando reconozcas que
existes para extender tu tesoro. Cuando lo haces, tú inmediatamente sumas eso a
los tesoros de tu Padre, cuya única voluntad es extender Aquello que Él Es, por
siempre —infinito e ilimitado. Y Dios no es más que Amor.
Ahora bien, lo más grande acerca del
Amor es esto: que no requiere de
ningún conjunto de condiciones previas existan para que suceda. ¿Cuán diferente es esto de la mayoría de tus experiencias
de vida?
Como un cuerpo, hay ciertas condiciones
que deben existir antes de que el cuerpo pueda ser satisfecho con alimento o
agua. Deben encontrarse ciertas condiciones antes de que el cuerpo deje de
templar por el frío.
Tu mundo está basado sobre la confusa
percepción de que deben cumplirse ciertas condiciones antes de que pueda darse
una elección, por ejemplo para estar en paz no debe haber guerra, para el
perdón no debe haber juicio, para el Amor no debe haber miedo. Por
consiguiente, crees que: “Cuando las
condiciones fueras de mí cambien, entonces tomaré la elección a favor del
Amor”.
Muchas veces he dicho que el mundo es
tan solo el reflejo de la insana elección de negar el amor para ser devoto del
miedo. El mundo es diametralmente opuesto a la Verdad del Reino. El mundo es lo
opuesto a la Realidad.
El
Camino de la Transformación se sustenta en la inversión completa del sistema de
pensamiento que has aprendido en el mundo. Pero este sistema de pensamientos no
es simplemente la práctica de nuevas ideas, repetidas hasta la saciedad en la
mente. Esta inversión del pensamiento
debe impregnar todo el campo del
cuerpo-mente —que no es otra cosa que el campo de tu consciencia— de forma tal
que sepas que se ha producido el
cambio.
De forma tal que cuando estés ante
cualquier conjunto de circunstancias que antes parecían provocar en ti el
juicio, el miedo, la ira, el dolor, o la tristeza, reconozcas que:
Dios mío, todo mi cuerpo se siente diferente. Me
siento como un ser amoroso. Me siento totalmente seguro. ¿Cuál es el problema?
Ah, recuerdo cuando este tipo de circunstancias me habrían provocado tristeza,
dolor, miedo o ira. Y ahora, tan solo creo que es un hermoso lugar para estar,
porque aquí puedo extender el Amor de Cristo. ¡Guao! ¡Qué alegría! ¡Qué tesoro!
¡Gracias a Dios, tengo este momento en el que puedo ser la bendición que
bendice al mundo!
¿Qué sería del mundo, sin cada uno de
estos momentos de relaciones en lo que te encuentras a ti mismo?
Amados amigos, el uso del tiempo es primordial. El uso del tiempo determina, en todo los niveles, lo que
experimentarás en tus mañanas. Mucho después de que el cuerpo deje de ser el
medio de enseñanza aprendizaje al que estás muy apegado, mucho después de que
el cuerpo muera, verdaderamente continuarás caminando en tus mañanas. Porque tú
eres el rayo de sol que ha sido enviado desde el sol, desde la Mente de Dios.
Para usar un término espacial, esa luz nunca dejará de viajar, Tú nunca vas a
dejar de crear. Nunca dejarás de experimentar.
La única elección que alguna vez tendrás
que hacer es esta:
¿Asumiré la responsabilidad de hacer, lo que sea que
tenga que hacer, para erradicar cada percepción errónea, cada obstáculo a la
presencia del Amor, cada limitada creencia que alguna vez aprendí acerca de
cualquiera o cualquier cosa —especialmente acerca de mí mismo?
¿Cuándo voy a asumir la responsabilidad de cultivar
la perfecta remembranza de que yo y mi Padre somos Uno y que por tanto perciba
el mundo real, la realidad que brilla a través de todas las cosas?
Esta es la realidad que está presente en
cada material de lo que está hecho la silla en la que estas sentado. La
realidad literalmente impregna el cuerpo que piensas que es tan duro y denso. O
quizás, si no has hecho ejercicios, esté un poco blando.
El punto es que, no hay nada de lo que ves que no esté
impregnado por la Radiante, Perfecta y Santa Presencia de Dios, —nada. Una piedra, una hoja, un pedazo de
hoja de papel llevada por el viento, incluso los gritos de miedo y de ira de
alguien, —incluso eso contiene dentro de sí, si quieres recibirlo, el perfecto
Amor de Dios. Porque tu Padre nunca se ha retirado o separado de la extensión
ilimitada y perfecta de Sí Mismo. Y Dios no es más que amor.
Si tú no moraras completamente en ese Amor en este momento, inmediatamente dejarías
de existir. Y no quiero decir simplemente que morirías; sino que, literalmente,
dejarías de existir. No quedaría
rastro alguno de pensamiento o de memoria en cualquiera de las mentes. Esto es
así solo porque el Amor es lo que tú
eres.
Es por eso que una vez dije:
Por
mí mismo yo no puedo hacer nada,
Pero
mi Padre, a través de mí, hace todas las cosas. [3]
Yo no dije: “yo aprendí hacer esto de mi Padre, y ahora yo seré el hacedor y el
ejecutor”. Reconocí mi completa indefensión, mi completa dependencia.
Erradiqué cualquier percepción de que yo era un ser separado de Dios. Dejé de
darle autoridad a la pequeñez, al pequeño mosquito que grita en la vastedad del
espacio: “¡Qué se haga mi voluntad!”.
Mientras te sientas en tu silla
—esperanzado con tu Diario de Transformación en tu regazo y con el bolígrafo
que has adquirido para ese solo propósito— recuerda esto. Tú eres totalmente dependiente en todo tiempo de
la inmanente realidad del Amor, quien te ha dado existencia a partir de su deseo de extender su tesoro —su
dicha.
Esta es la realidad de quien tú eres en
este momento. Eres como la ola que ha surgido del Océano Perfecto y Santo Amor de
Dios. Tú no podrías ni por un momento separarte de él.
Sí, mañana las cosas van a cambiar. Sí,
llegará el momento cuando el cuerpo deje de funcionar y muera. Sí, llegará el
momento en que lo que habías visto antes ya no estará más, porque todas las cosas
que se originan en el tiempo, en el tiempo terminan. Ya que, así es como es.
Sin embargo, tú eres libre para cultivar la habilidad de percibir el mundo real —para ver, para conocer, para
sentir, para probar, para ser, para extender lo que es real. Solo el Amor
concuerda con esa definición.
UN
EJERCICIO PARA DESARROLLAR TU CONSCIENCIA
Nuevamente, entonces, a manera de
ejercicio, tómate un momento y mira a tu alrededor. ¿Cuál es la primera cosa
que ven tus ojos? Permanece con ello. No te apresures y lo juzgues como una
vela, una flor, o un cuadro. Simplemente permanece con ello. Deja que el cuerpo
se relaje. Deja de pensar demasiado. ¿Qué es esta cosa? ¿Verdaderamente sabes
qué es o para qué es? Si la describes; si le das un nombre como una vez hizo Adán
con los animales en la historia del Jardín del Edén. La mente humana cree que
una vez que ha nombrado algo o definido una cosa, entonces, la conoce. A esto
se le llama la arrogancia del
conocimiento del ego.
¿Pero tú verdaderamente sabes qué es esa cosa? ¿Y tú sabes que ha tenido que
suceder para que incluso surgiera a la existencia? ¿Cómo fue que tantas mentes
se vieron involucradas para dar lugar a esa creación? ¿Cuáles son los
materiales de la que está hecha? ¿De dónde vinieron los materiales? ¿Qué planta,
qué roca, qué metal tuvieron que ser descubiertos y extraídos desde las
entrañas de la Tierra para conformar esa forma? ¿Cómo diantres ocurrió eso? ¿De
dónde vinieron las mismas moléculas y átomos? ¿Qué es esa cosa que estoy
mirando?
¿Puedes llegar al punto en el que
simplemente te quedes pasmado de temor
y asombro, y reconozcas tu completa
ignorancia? Tú no has hecho esa cosa. No puedes encontrar el momento en el que
esa cosa surgió por primera vez como un pensamiento en la mente de alguien. Tú
desconoces completamente el momento en que nació la substancia de la cual ha
sido creado ese objeto.
Obsérvalo, entonces, con asombro, con
cierto miedo y reconoce que eso ha surgido del mismo lugar que tú —misterio,
absoluto, puro, misterio. ¿No sientes entonces una afinidad con ello? ¿No estás
tú entonces en relación con eso? ¿Entonces no podrías, comenzar a sentir la
santidad en la que esta relación mora? Porque el misterio es sagrado, y trasciende incluso a las más grandes de las mentes.
Los más grandes filósofos no pueden comprender el campo de misterio del que todas las relaciones surgen.
Ahora, mirando hacia ese objeto,
cualquiera que sea, reconoce que lo has llamado, lo has atraído a tu relación
contigo. Reflexiona por un momento, y pregúntate: “¿A partir de qué vibración de consciencia fue que atraje a este objeto
hacia mí por primera vez?”. Podrías recordar cuando lo compraste en la
tienda. Trata de ver si puedes descubrir el verdadero primer momento en tu
memoria, en tu consciencia, en el cual este objeto surgió en el campo de tu
consciencia, de tu discernimiento. ¿Qué estaba pasando? ¿En que estabas
pensando, o no estaba pensando en nada? ¿Qué te motivó a ti a traerlo dentro
del campo de tu casa?
Si estás en la casa de un amigo, la
pregunta es la misma. ¿Qué te motivó para estar donde te encuentras ahora? ¿Qué
elecciones estabas haciendo conscientemente?
Ahora, otra vez, te sugerimos que hagas
una pausa en tu lectura y que pases cinco minutos repitiendo este ejercicio con
varios objetos o cosas que véase en esta habitación alrededor tuyo. No olvides
que puedes también incluir tu rodilla, tu mano, el anillo en tu dedo, las
medias en los pies. Disfruta este ejercicio. Pero recuerda, no presiones el cerebro;
es decir, no te esfuerces en pensar. Relaja el cuerpo. Siéntate en la silla en
la que te sientas para ser Cristo y solo observa, y ve aplicando las diferentes
tipos de preguntas que te hemos dado. Y después continuaremos.
¿Cómo te fue? Amados amigos, este
ejercicio es muy, pero muy similar al que me dieron a mí mis maestros Esenios
cuando yo era muy joven. Yo pasaba horas —horas—
no solo cinco minutos, sino literalmente horas haciendo este ejercicio. Lo
hacía en la casa de mi padre. Lo hacía en la sinagoga. Lo hacía en las calles
de mi pueblo.
Mi hora y lugar favorito para hacerlo
era justo al atardecer, cuando el sol comenzaba a ponerse. Mientras lo hacía,
observaba los colores, y sentía los cambios de temperatura del aire sobre mi
piel. Mientras observaba a la brisa danzar a través de los pastos, mientras
escuchaba el canto de un pájaro, yo permanecía con todas esas cosas, así como
te pedí a ti que permanecieras con los objetos de tu habitación. Las horas
pasaban, mientras me sentaba y trataba de mirar a todas y cada una de las
estrellas en el cielo, haciéndome las mismas preguntas:
¿Podría
yo descubrir la fuente de eso que estoy mirando? ¿De dónde surgió? ¿Cómo pudo
ser? ¿Qué lo habrá hecho surgir?
Cuando empecé a sentir que yo había
atraído estas cosas a mi experiencia, comencé a discernir qué era lo que me
traía verdadera felicidad. No solo un
momento de placer o satisfacción, o la sensación de seguridad, sino lo que me
producía verdadera felicidad. Descubrí que lo que siempre me traía felicidad
era cuando estaba dispuesto a rendirme, a entregarme ante el asombro
reverencial, ante la maravilla del
misterio, de penetrar los pensamientos, las percepciones, las actitudes y
definiciones que el mundo me había enseñado.
Porque ver un plato y no solo ver el
plato, sino ver el misterio que se despliega ante mí. Sentarse y mirar una
estrella. Sentarse y mirar un texto sagrado. Sentarse y mirar a un enfermo, que
se sienta al lado del camino cubierto de polvo, y no ver ninguna diferencia.
Verlos a todos impregnado por el mismo misterio, la presencia del Amor de mi
Padre.
Comencé a sentir que el Amor me
impregnaba, que el mismo cuerpo-mente que yo había pensado que era yo, Jeshua
ben Joseph, había surgido del Misterio, que había
surgido del Misterio. Surgido del
Misterio de que: ¡yo no me había creado a
mí mismo! Finalmente llegué a darme cuenta incluso que yo, Jeshua ben
Joseph, era un Misterio con el cual yo mismo estaba en relación.
Decidí estar en relación con mi propio
ser, a eso lo que nos referimos como el cuerpo-mente, a ese peculiar sentido de
consciencia que dice: “yo soy”. Decidí estar en relación con la totalidad de mi Ser —mente, espíritu,
alma, emoción, cuerpo— con la misma sensación de asombro y misterio que sentí
cuando miré a la más lejana de las estrellas bien entrada la noche en una
tranquila colina. Y eso cambió todo.
Abandoné mis auto-definiciones. No me veía a mí mismo como el hijo de un
carpintero. No me veía a mí mismo como un judío. Ya no me veía a mí mismo como
un estudiante que pertenecía a los Esenios.
Llegué a ver a mi Ser, como la
misteriosa extensión de algo más allá de mi comprensión. Vi a mi Ser como un
rayo de luz del sol. Vi a mi Ser como el Misterio
Mismo de la Presencia de Dios que se estaba desarrollando en el campo de la
manifestación. Vi que todo lo que yo pensaba, incluso hasta el cuerpo, era
temporal. Y vi que aquello que fuera que me dio nacimiento era eterno, en
proceso y progreso continuo eternamente.
Y qué tal si yo pudiera descansar y
sustentarme solo en Eso, si pudiera
morar en Eso, y si yo pudiera regresar a Eso —incluso antes de cada respiración— y si yo pudiera conectarme
con el mismísimo Poder de la Creación en Sí Mismo. Y hacerme a un lado, Y
hacerme a un lado, Y hacerme a un lado. Y mantenerme buceando dentro de las
profundidades del Misterio, por sobre el Misterio, por sobre el Misterio.
Nunca dejé que mi mente descansara desde
ese día. Nunca una vez que lo había decidido. Nunca defendí ni una sola
percepción que yo hubiese tenido de alguien o algo. Y al usar el tiempo
sabiamente, cultivé con el tiempo, la voluntad y la habilidad de buscar primero
el Reino, incluso hasta el punto de que lo hacía antes de cada palabra fuera dicha, y de que cada gesto fuera hecho
con el cuerpo:
Padre, descanso en ti, Padre me sustento en ti. ¿Qué
deseas vivir a través de mí en este momento? ¡Déjame atestiguarlo!, ¡Déjame
sentirlo! ¡Déjame probarlo! Llévame cada vez más profundo dentro de tu
misterio. ¡Quiero todo de ti!
Y si pudiera hacer una confesión, eso
nunca ha terminado. Todavía estoy diciendo:
¡Padre,
quiero todo de ti!
El
Camino de la Transformación es la voluntad de usar el tiempo de forma
diferente. Debe haber un punto en el viaje que está haciendo cada individuo en
el cual la cabeza se incline, y este pensamiento emerja:
Yo deseo solo a Dios, y no me importa el tiempo que
esto me lleve, y lo que se requiera. Me someto a la Misteriosa Fuerza que es la
Vida, pidiendo solo que yo sea transformado en el perfecto Campo de Consciencia
a través del cual el Amor fluya sin obstáculos.
Lo que vas a descubrir, al final, es que
el único obstáculo es el miedo, y sus expresiones. Cada vez que empiezas a
dejar de lado el miedo y optas por bendecir al mundo desde la perfección de la
santidad de tu unión con Dios, cada vez que te atreves a ser tan arrogante ante
los ojos del mundo como para ser la presencia de Cristo, cada vez que relajas
la mente y el cuerpo y reconoces que:
“Por mí mismo yo no hago nada. Algo me está
viviendo, y es a Eso a lo qué me entrego”.
Cultivarás una manera de estar en el
mundo sin ser de este mundo. Es decir, no dentro del modelo perceptual que ha
construido al mundo.
Serás diferente. Parecerás el mismo,
pero tú no serás el “tú” que ha
conocido el mundo. Hablarás como siempre has hablado. Te sabrás tu número de
seguridad social. Sin embargo, habrá una definitiva sensación de que tú vives,
pero que no eres tú, sino Aquél (el Uno) que
vive a través de ti.
De alguna manera, inexplicable e
indisoluble, se te permite ser el Campo de Consciencia que llega a ser testigo
de la Vida que vive como tú. Sabrás que es sagrado. Sabrás que es hermoso.
Sabrás que ahora mismo, dondequiera que estés en este momento, tú eres la encarnación y la expresión
del Misterio —del Amor que se
extiende a Sí Mismo por siempre. ¡Tú
eres la felicidad de Dios!
Y tú seguirás siendo así durante toda la
existencia. Nunca habrá un momento en el que dejarás de existir. Porque al
elegir renunciar a la defensa de las percepciones con las que habías llegado a
identificarte como si fueras tú, al
elegir soltar el agarre de los miedos
que crees que están justificados y los juicios que tú crees que son verdad, a
medida que sueltes el agarre que has hecho sobre el mundo, la creación fluirá a
través de ti:
Por mí mismo, yo no hago nada. Simplemente soy
testigo del fluir del Amor a través de mí. Yo uso el tiempo sabiamente para
cultivar la perfecta remembranza del mundo real. El tiempo y el espacio no me
aprisionan. Yo no soy este cuerpo. Yo lo utilizo como una herramienta para
modelar y darle forma a todo lo que en este mundo, pueda extender el Amor en
cualquier momento.
Como ya nos estamos acercando al final
de nuestra segunda aventura en El Camino
de la Transformación, nota qué pensamientos, qué imágenes, qué cosas has
elegido escribir en tu diario. Observa los sentimientos que se producen en el
cuerpo, incluso ahora. Observa los pensamientos, las representaciones y las
imágenes que puedas escuchar haciendo eco en el campo de la mente.
No moras en ninguna parte sino en la
infinitud de la presencia de Dios. La maestría viene cuando finalmente decides
soltar todo el apego al miedo. Y en
perfecta entrega, soltar el sueño que el soñador está soñando, y permitir
que el Misterio de la Vida te viva, sin obstrucción, sin temor, en perfecto
conocimiento de que:
Yo y mi Padre somos Uno. No tengo que hacer nada
para llegar a Dios. Solo hay algunas cosas que debo soltar, para que Dios pueda
tenerme.
Amados amigos, presten mucha atención a
lo que les hemos compartido, a veces de una forma muy sutil, en esta lección.
Nosotros extremadamente les sugerimos que lean esta lección varias veces, en
diferentes ambientes, en diferentes momentos —quizás a las tres de la
madrugada, tal vez a medianoche. Y cuando la primavera venga a calentar la
Tierra otra vez, tomate el tiempo para encontrar una pequeña colina donde
puedas contemplar las estrellas, y quizás morar con ellas de una forma
diferente.
Revisa esta lección cuando te sientas
apurado o estresado. Observa todas las diferentes series de circunstancias que
tú crees que tienen el poder de limitar tu elección o de distraer tu energía.
Lee esta lección en esas circunstancias
en las que te sientas triste, cuando te sientas solo, cuando estés molesto.
Cuando la habitación esté llena de cincuenta mil amigos (bueno, está bien,
quizás diez o quince amigos), llévala y leela sentado en el banco de un parque,
o sentado en los bancos de un gran centro comercial donde muchos seres van a
comprar sus bienes o “cosas” e intercambian sus monedas de oro por lo que
“compran”. En vez de eso adquiere un nuevo tipo de discernimiento, una nueva
forma de ser —que interpenetra lo que tú crees que estás viendo, y que te
revela la perfecta armonía del Reino, la presencia del Amor de Dios.
Nadie
jamás hará este viaje por ti. Nadie que veas ni nadie con quien
vivas hará jamás el viaje hacia Dios por ti. Así que debes estar claro acerca
de tus prioridades, y busca primero el Reino. Por sobre todo, sabes que no
estás solo. Nosotros estamos, en verdad, contigo siempre. Te amo.
Que la paz esté siempre contigo. Amén.
[1]
Daniel 7:14 “Y le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos,
naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca
pasará, y su reino uno que no será destruido”. (N. del T.)
[2]
En el original: Tú no necesitas esperar a que el Presidente Clinton se vaya de
la Casa Blanca. (N. del T.)
[3]
Juan 14:10 “¿No crees que
yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os digo, no las
hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí es el que hace las
obras”. (N. del T.)
Nota:
Lección revisada, se hicieron algunas pequeñas correcciones a la traducción (el 06/04/2017).
La organización Shanti Christo acaba de poner a disposición la traducción al español de esta exquisita obra espiritual.
Te recomiendo que adquieras los libros de "El Camino de la Maestría", en la página web: www.shantichristo.com/
Esta traducción no oficial fue realizada por Oscar Ruiz,
El Camino de la Maestría
se compone de tres libros:
1er Libro "El Camino del Corazón"
de la Lección 1 a la 12
2do Libro "El Camino de la Transformación"
de la Lección 13 a la 24
3er Libro "El Camino del Conocimiento"
de la Lección 25 a la 35
Recomendaciones:
- Cada libro debe estudiarse durante un año, y cada lección durante un mes, al final de los 3 años de estudio habrás alcanzado la Maestría.
- Compra un diario y un bolígrafo que solo debes utilizar en El Camino de la Maestría.
- Coloca sobre la portada de tu diario una imagen que represente para ti, tu idea más elevada del Amor.
- Anota todas tus experiencias, todo lo que sientas, guarda el diario y el bolígrafo en un lugar donde no colocarás nada más, ese será tu lugar sagrado.
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